El cine es un perfecto instrumento para transmitir la cultura, las tradiciones y el sentir de un pueblo...
Hay
películas que resultan, simplemente, deliciosas de ver, esta es la
sensación que tuve con "Nuestra Hermana pequeña" la última película del
director japonés Hirokazu Kore-eda, inspirada en el cómic manga 'Umimachi Diary' de Akimi Yoshida.
Podría
hablar desde múltiples ámbitos, el amor a la vida, la tolerancia, la
aceptación, los retos, el perdón, la contemplación, la música, la
belleza de las imágenes, los cerezos en flor...
lo que para algunos puede resultar lento, para
otros, como yo, es un precioso retrato de lo cotidiano, de lo sencillo,
que deja con ganas de seguir profundizando en el Japón y sus
tradiciones. es por ello por lo que hoy la voy a recomendar como
aportación al protocolo.
Durante los más de 120"observamos cantidad de pequeños detalles que nos hablan de tradición, de costumbres, de protocolo.
Empezando por como evitan tocarse, la falta de contacto físico es una cuestión de respeto educacional, incluso las madre tradicionalmente no besan a sus hijos, como ya es sabido, salvo en momentos muy muy
especiales, rara vez se abrazan, ni para despedirse, pero eso no resta
calor, es una filosofía diferente.
En
el hogar de las protagonistas de la película, como en la mayoría de los
hogares japoneses, existe un altar, (butsudán) ante el que se arrodillan como
muestra de respeto, culto y veneración a los ancestros, mientras tocan
delicádamente una pequeña campana, e inclinan la cabeza a la vez que
juntan las manos.
Los
funerales, muy presentes,
hay tres en esta película. Son distintos, dependiendo a quien
estén dirigidos, y con motivo de qué, ya que también se celebran
determinados aniversarios.
Hay una fuerte presencia de la comida y su elaboración, la cultura más tradicional se transmite y se conserva como un bien importante y perdurable en el tiempo.
Las hermanas cocinan y comen juntas, elaboran el curry de
marisco que aprendieron de su madre y el licor de ciruela de la abuela, (umeshu), es
curioso como las ciruelas son finamente pinchadas para que suelten su
jugo, pero no es un pinchazo cualquiera, son una serie de pequeños
toques que dibujan la inicial o algo distintivo de quien lo elabora y
en cada uno de estos "ritos" van fortaleciendo los vínculos que las
convierten en familia.
Es llamativo observar, como aquello que para nosotros sería una falta, en la cultura asiática es normal, como acercarse el plato a la boca por ejemplo, detalles que observamos a lo largo de toda la película.
No faltan los toques de modales y saber estar, regañinas
por comer deprisa o poner demasiada
soja al arroz, como cada una usa un tipo de vestimenta para cada ocasión
y acorde a su estilo, o en que momentos entra en juego el kimono
tradicional.
Una
película que nos muestra como hay tradiciones que merece la pena
conservar, son las que a pesar de la evolución hacia mundos
tecnológicos y más fríos, siguen dotando a la sociedad de ese bien
preciado que es la humanidad.